miércoles, 1 de mayo de 2013

Te echo de menos.



Esta mañana cuando abrí los ojos… ya no estabas. Ya no estabas cogiéndome de la mano para no dejarme ir. No estabas tocándome el pelo, dejándomelo alocado. No estaba tu olor en la almohada. Ni el sonido de tu respiración fuerte. Ni los besos de cada mañana. Ni esos “deja que siga sonando” refiriéndote a nuestro despertador. Ya no estaba tu ropa tirada en el suelo junto a la mía. Ya las sábanas no cubrían dos cuerpos enamorados. Ya solo uno.
Ya me asomo a nuestro espejo. Ese mismo en el que te gustaba nuestra imagen. Ya solo estoy yo. ¿Dónde estás?
Ya no están tus notas de cada mañana “he salido no tardo” esas notas en las que mentías, porque siempre tardabas. Te distraías con el periódico, te apetecía comprar el desayuno, te gustaba hacerme esperar. O tan solo me despertaba temprano y ansiaba verte.
Pasan las horas, los días, semanas que se hacen meses. Llega el año. Y sigues sin estar.
Sigo yendo a esos lugares, esos en los que nos soltábamos “Te quiero” cada dos por tres. Esos lugares en los que nadie, absolutamente nadie nos veía.
Se perdió todo. Nuestros planes de futuro. Los hijos que queríamos tener, sus nombres, donde queríamos vivir, como me despertarías cada mañana. No teníamos ni la cuarta parte de nuestro futuro planeado y ya éramos felices. Felices con tan solo pensar en un “siempre” entre nosotros.­­­­­
Absolutamente todo se perdió desde aquél día… desde aquél accidente. Todo cambió.

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