jueves, 23 de mayo de 2013

Mi última nota.

Nunca le dejes. El nunca te dejó a ti.

Ya era la hora. Estaba muy nerviosa, demasiado diría yo. No podía morderme las uñas ya que no me lo permitía la última capa de brillo que le dieron a mi manicura. Tampoco es que yo tuviese esa costumbre.
me observé en el espejo. un último vistazo antes de salir al escenario. ya comenzaba a escuchar silbidos  aplausos y lo que es peor... escuchar al director decir mi nombre ante el micrófono.
salí y me senté; no escuchaba nada, absolutamente nada. cerré los ojos y comencé a tocar. al inicio de la melodía se comenzaba a abrir el telón. Nerviosa. Ya era tarde. Ya solo podía seguir con los ojos cerrados hasta finalizar mi actuación. Aquellas notas, esa melodía... tantos años y aún, como muchos de mis espectadores, me era increíble el hecho de saber el cómo me era posible tocar de esa manera. como expresar mi rabia, mi paz, mi tranquilidad... incluso mis sentimientos más profundos a través del piano.
Lágrima tras lágrima caen por mi mejilla, resbalando por mi cuello y cayendo en las teclas.
Estaba apenada. Sabía que esta sería mi última melodía. Ya no quedaba tiempo, por no decir nada. Poco a poco una presión profunda fue invadiendo mi cuerpo. Dejándome acabar mis últimas notas. Siento mi cuerpo caer, lo último que escucho son los aplausos. y lo último que ven mis ojos son los colores de los focos ocultándose tras el cierre del telón.

      Y ahí llegó mi vida a su fin. En un fa#

miércoles, 1 de mayo de 2013

Te echo de menos.



Esta mañana cuando abrí los ojos… ya no estabas. Ya no estabas cogiéndome de la mano para no dejarme ir. No estabas tocándome el pelo, dejándomelo alocado. No estaba tu olor en la almohada. Ni el sonido de tu respiración fuerte. Ni los besos de cada mañana. Ni esos “deja que siga sonando” refiriéndote a nuestro despertador. Ya no estaba tu ropa tirada en el suelo junto a la mía. Ya las sábanas no cubrían dos cuerpos enamorados. Ya solo uno.
Ya me asomo a nuestro espejo. Ese mismo en el que te gustaba nuestra imagen. Ya solo estoy yo. ¿Dónde estás?
Ya no están tus notas de cada mañana “he salido no tardo” esas notas en las que mentías, porque siempre tardabas. Te distraías con el periódico, te apetecía comprar el desayuno, te gustaba hacerme esperar. O tan solo me despertaba temprano y ansiaba verte.
Pasan las horas, los días, semanas que se hacen meses. Llega el año. Y sigues sin estar.
Sigo yendo a esos lugares, esos en los que nos soltábamos “Te quiero” cada dos por tres. Esos lugares en los que nadie, absolutamente nadie nos veía.
Se perdió todo. Nuestros planes de futuro. Los hijos que queríamos tener, sus nombres, donde queríamos vivir, como me despertarías cada mañana. No teníamos ni la cuarta parte de nuestro futuro planeado y ya éramos felices. Felices con tan solo pensar en un “siempre” entre nosotros.­­­­­
Absolutamente todo se perdió desde aquél día… desde aquél accidente. Todo cambió.